Es imposible comprender la evolución de los conocimientos médico legales sin investigar los aportes históricos de la psiquiatría en la Argentina.
El conocimiento de la psiquiatría forma una parte muy importante de la formación que debe tener un perito forense en su actividad médico legal.
Es por ello que haremos una sucinta referencia a las instituciones formadoras de los psiquiatras y la de los pioneros que la permitieron.
A tal fin hemos recopilado la evolución histórica de la locura en la Argentina, el perfil de sus pioneros, la creación de los primeros manicomios, sus directores, su relación con la criminología, la creación de la Cátedra y la historia de los profesores a cargo de la misma que fueron formadores de los futuros psiquiatras y médicos forenses, etc.
Para ello comenzaremos describiendo la locura en la etapa colonial y la creación de los primeros manicomios.
El apogeo de ideas absurdas y las más insólitas interpretaciones de la locura fueron moneda corriente en la psiquiatría de la época colonial en el Río de la Plata. Por lo tanto, se admitía el factor demoníaco en la génesis de la locura, los procedimientos para contener las distintas formas de excitación psicomotriz eran realmente brutales y los pacientes eran depositados en las loquerías del Hospital de San Andrés.
El Protomedicato de Buenos Aires, creado en 1780 a instancias del Virrey Juan José Vertiz y Salcedo (1718-1798), tuvo como primer médico al irlandés Miguel O‘ Gorman (1736-1829). Fue la primera organización oficial dedicada al magisterio y control del ejercicio médico. Entre las medidas higiénicas vinculadas a la psiquiatría pueden mencionarse las resoluciones que disponían reunir en la Casa de Corrección y en el Cuadro de Dementes del Hospital General de Hombres a los alienados dispersos que peregrinaban por la Gran Aldea.
A partir del Protomedicato se evidencia un marcado interés por los problemas psiquiátricos, circunstancia que se revela en la ejecución de peritajes, tratamiento de alienados y una aproximación a las doctrinas propuestas por Pinel.
Como hecho anecdótico vale la pena resumir la pericia firmada por los Dres. Miguel O ‘Gorman y José Antonio Mota Lagosta de 1782 en que se hace alusión al cuadro de alienación que padece una paciente sometida a la observación forense. Dicen los peritos: “Certificamos que fuimos llamados a observar a Doña María Rafaela de la Moneda, esposa del oficial real don Fermín de Noir a la que hallamos con los pulsos tardos y respiración anhelosa, semblante alterado, con una pervigilia continua, inapetencia, opresión de los precordios y terror pánico errático que a pesar de los auxilios prestados degeneró en una melancolía confirmada, y de ésta en manía, unas veces demens, y con mas frecuencia, furens. Vista diariamente hemos palpado que todo su delirio y perturbación era acordarse de su marido ya como presente, ya como ausente, ya como muerto, ya que se lo mataban a su vista, por lo que juzgamos y asentimos unánimes que prescindiendo de las causas predisponentes, la excitante de su enfermedad se dimanó de la ausencia de su marido…”.
A pesar del lenguaje y redacción un tanto abstruso, es posible descifrar el pensamiento de ambos facultativos, que llegan a diagnósticos precisos para los conocimientos psiquiátricos de la época, puntualizando pericialmente las características clínicas esenciales de la enfermedad analizada.
Por lo tanto, el Protomedicato cumplió una función eficaz y la psiquiatría hubo de beneficiarse con el impulso concedido a la actividad médico legal y docencia universitaria.
Otra anécdota digna de mención fue la tragedia del practicante Adeodato Olivera. El 4 de julio de 1807, durante la defensa de la segunda invasión inglesa a Buenos Aires, Whitelocke rodeó con sus tropas la ciudad y ordenó tomar la Residencia donde funcionaba el hospital donde estaba el practicante Olivera. La colaboración de la población permitió contener un enemigo poderoso, que debió rendir su espada a Liniers. El practicante Olivera que, anoticiado de lo que pasaba efectuó una campaña proselitista, tratando de organizar una resistencia, por lo que fue sorprendido por sus guardianes que, tras un consejo de guerra fue condenado a muerte. Tras la victoria de Buenos Aires al llegar a la Residencia los habitantes nativos liberaron a Olivera quien cayó en un estado de insania que le duró diez años. El estudiante universitario debió abandonar sus estudios debido a una melancolía profunda, que le duró hasta 1818 en que el Dr. Cosme Mariano Argerich, director del Instituto Médico Militar le designó practicante del ejército durante las luchas civiles, a pesar de que el Gral. Balcarce lo rechazara por ser “un loco conocido”. Por último, la autoridad científica de Argerich se impuso.
El Dr. Osvaldo Loudet estudió este caso y lo interpretó como “un trauma emocional por haberse salvado providencialmente del fusilamiento, lo que le produjo una alteración mental bien explicable”. El diagnóstico fue “estupor melancólico”. Una melancolía pasiva sin agitación y sin ruido, es decir una psicosis de origen emocional pura. Aquí Loudet dice: “el único elemento psicógeno era la emoción, la emoción violenta”.
Debemos recordar que la situación de los alienados viene desde la 2a Fundación de Buenos Aires. Cuando Juan de Garay fundó Buenos Aires en 1580 destinó una manzana para erigir un hospital, correspondiendo al sector comprendido entre las actuales calles Sarmiento, Corrientes, Reconquista y 25 de Mayo. Allí fue levantado en 1605 el llamado Hospital San Martín, con el objetivo primordial de atender a los militares de presidio.
Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.