Contentidos
Históricamente se observa que, hacia fines del siglo, en los orígenes del tango, Buenos Aires era una gigantesca multitud de hombres solos, de trabajadores inmigrantes improvisados y de conventillos.
El tango como una música marginal solo ocupa de lo que le ocurre a los marginales. Es decir, solo narra la marginalidad, nada dice sobre lo que le ocurre a la gente “decente”, aunque sea de clase baja. Para la clase alta aún el tango no existía, ni para éste la clase alta. De manera tal que, las vicisitudes de la familia organizada no tenía cabida en la letra de los tangos.
Pero si tuvo cabida la vida social de esta masa de gente marginal que se establecía en los boliches y en los prostíbulos donde pululaban además matones de comité, cuarteadores y canfinfleros o proxenetas.
El compadre es el rey de ese sub-mundo; mezcla de gaucho malo y de delincuente mafioso, viene a ser el arquetipo envidiable de la nueva sociedad porteña: es rencoroso y corajudo, jactancioso y macho.
De los lenocinios y piringundines el tango salió a la conquista del centro, en organitos con loro, que inocentemente pregonaban atrocidades: “quisiera ser canfinflero para tener una mina”
El crecimiento violento y tumultuoso de Buenos Aires, es el producto por un lado de la llegada de miles inmigrantes esperanzados con su casi invariable frustración y la nostalgia de la patria lejana, y por el otro lado, el resentimiento de los nativos contra esta invasión; esta ecuación hace que melancólicamente el tango sintetice la historia del porteño: “borró el asfalto de una manotada, la vieja barriada que me vio nacer…”,
Es decir, el tango en su nacimiento, es el canto del hombre solo sin familia ya sea, por la dejó en su patria de origen y pena su desarraigo, o porque siendo nativo por razones sociales se ha distanciado de la propia o no la ha podido formar.
El porteño, síntesis de ambas circunstancias, siente que el tiempo pasa y que la frustración de todos sus sueños y la muerte son, su inevitable fin y se pregunta: “te acordás hermano que tiempos aquellos” y epiloga “esta noche para siempre terminaron mis hazañas, un chamuyo misterioso me acorrala el corazón..” y termina con siniestra arrogancia de ser solitario ”yo quiero morir conmigo sin confesión y sin Dios crucificado en mi pena como abrazao a un rencor”
El tango, por lo tanto, desde el fondo de la historia es un canto al rol de género machista pero, para que las características de este machismo perduren hay que alimentarlo, requiere de poder, de la fuerza del dinero y del prestigio social para poseer la mujer como un objeto.
2.1. La imagen machista
La imagen machista se instala en la letra de los tangos de la guardia vieja.
En “El Porteñito” (A Villoldo 1903) en su letra se dice: “Soy hijo de Buenos Aires, por apodo El Porteñito, el criollo más compadrito que en esta tierra nació. No hay ninguno que me iguale para enamorar mujeres, puro hablar de pareceres, puro filo y nada más. Y al hacerle la encarada la fileo de cuerpo entero, asegurando el puchero con el vento que dará.”
El machismo es pues, un fenómeno muy peculiar del porteño, en virtud del cual se siente obligado a tener un poder y una potencia superlativa ya que el hombre inseguro vigila constantemente su comportamiento ante los demás y se siente juzgado y quizás ridiculizado por sus pares cuando por ejemplo se enamora, se compromete afectivamente o intenta formar una familia, así se dice el “malevaje extrañao me mira sin comprender”.
Ahora bien, para que exista machismo como contrapartida debe existir la “mina leal “ que lo alimente. En “La morocha” (A Villoldo 1905) se lee “Yo soy la morocha, la más agraciada. la más renombrada de esta población. Soy la gentil compañera del noble gaucho porteño, la que conserva el cariño para su dueño.
Muchas veces la “fiereza” del varón fue resaltada en las letras de los tangos como una ventaja en las relación amorosa. Esta situación fue en oportunidades satirizada o ridiculizada. En el tango “ Mi papito” (1928) de Roberto Fontaina y Víctor Soliño se le sugiere al varón “ Mira José ,no seas otario. No andés con vueltas y fajala, que a la mujer que sale mala pa’ hacerla andar derecha la biaba es lo mejor” . La mujer asiente y confirma la hipótesis del mal trato como reaseguro para el amor “Yo quisiera que me casques pa´quererte, mi papito; yo quisiera que me dejes de ambulancia, mi papito, por favor “. Luego confirma la aseveración y generaliza “ Yo me meto cuando encuentro un hombre fuerte; si me casca me enloquece, pero en cambio no le doy beligerancia a esos tipos que hablan de amor.”
2.2. El prostíbulo
A principios de siglo el prostíbulo representaba el lugar donde se encontraba el sexo al estado de siniestra pureza.
Si bien a partir de 1916 la mujer tímidamente comienza a escalar posiciones dentro de esta estructura social dirigida por hombres, empieza a tener voz aunque todavía le falten muchos años para poder votar pero; es en el prostíbulo donde reina todavía.
El inmigrante solitario acudía al prostíbulo más por añoranza del amor de su mujer lejana, que en la búsqueda de un instrumento de lujuria: ”en mi vida tuve muchas, muchas minas pero nunca una mujer”.
La tristeza del tango se une a la desesperanza, al rencor, a la amenaza y al sarcasmo. Hay en el tango un resentimiento erótico y un sentimiento de inferioridad, ya que el sexo es una de las formas primarias del poder.
El prostíbulo se nutría esencialmente con la muchacha del barrio (básicamente “buena”) que daba “el mal paso” en la búsqueda del “privilegio” y que describe .José María Aguilar ( 1929) en “Milonguera” cuando dice: “ Milonguera de melena recortada que ahora te exhibes en el Pigalle . Acordate que tu vieja acariciaba con sus manos pequeñitas de mujer tu cabeza de muchachita alocada que soñaba con grandezas y placer…. En busca de los amores, y para buscar placeres fuiste con otras mujeres al lugar de los dolores”…
La prostitución conlleva la presencia del proxeneta y con ello la dependencia de acción, la sumisión y la represalia frente a los intentos “libre-empresarios”.
Pascual Contursi (1917) en “Flor de Fango” describe el apogeo, las andanzas y la decadencia de la mujer que saliendo de un conventillo asciende dando concesiones y termina nuevamente en el fango. ”Mina que te manyo de hace rato, perdoname si te bato de que yo te vi nacer. Tu cuna fue un conventillo alumbrado a querosén…Te gustaban las alhajas, los vestidos a la moda y las farras de champán. y te hiciste chacadora, luego fuiste la señora de un comerciante mishé que lo dejaste arruinado, sin el vento y amurado en la puerta de un café. .. Después fuiste la amiguita de un viejito boticario y el hijo de un comisario todo el vento te chacó; empezó tu decadencia, las alhajas amuraste y una piecita alquilaste en una casa ‘e pensión”
La aspiración de la mujer por entonces, (no de clase alta) era el de desempeñar otro rol dentro en la sociedad pretende adquirir un status diferente al que poseía.
En el tango hay siempre una muchachita inocente, ilusa o ambiciosa en el origen de la milonguera que tiene naturalmente, una madre Por lo tanto, la forma idealizada es hogar honrado, madre santa, hija seducida.
En rigor, hay dentro de esta situación dos casos bastante diferentes: la buena y linda que “cayó” y la buena y linda que” voló” señalando así la principal diferencia que consiste en el carácter voluntario o no del “mal paso” .
En el primer caso tenemos Galleguita (Alfredo Navarrine) que llega a Buenos Aires “sin más prenda ni tesoro que sus lindos ojos moros y su cuerpito gentil”
En el segundo caso Samuel Linnig (1920 ) en “Milonguita” describe las reminiscencias del origen pobre de una mina y dice: “Estercita!… hoy te llaman Milonguita flor de lujo y de placer flor de fango y cabaret. Milonguita!.. los hombres te han hecho mal, y hoy darías toda tu alma por vestirte de percal!.”
No obstante, la habitual descripción es la de aquélla que sin escrúpulos deja su barrio humilde en pos del “ascenso social”
Así, Francisco García Jimenez (1920) escribe en “Zorro Gris” a la mina pervertida por la ambición y dice “Cuantas noches fátidicas de vicio tus ilusiones dulces de mujer, como las rosas de una loca orgía las deshojaste en el cabaret. Al fingir carcajadas de gozo ante el oro fugaz del champán , reprimías adentro del pecho un deseo tenaz de llorar. Y al pensar, entre un beso y un tango, en un humilde pasado feliz, ocultabas las lágrimas santas en los pliegues de tu zorro gris…”.
La descripción de la trepadora que dilapidó el amor y la juventud lo tenemos en Muñeca Brava de Enrique Cadícamo (1928) “Tenés un camba que te hace gustos y veinte abriles que son diqueros y bien repleto tu monedero pa’ patinarlos de norte a sur…te baten todos Muñeca brava porque a los giles mareas sin grupo.”
El mismo Cadícamo (1925) profetiza en “Pompas de Jabón “la decadencia que le espera a la pebeta del barrio que pelechó con un bacán “Pensá pobre pebeta, papa, papusa, que tu belleza un día se esfumará, y que como las flores que se marchitan tus locas ilusiones se morirán …ya verás que tus locuras fueron pompas de jabón”
Un final de decadencia y enfermedad pinta Pascual Contursi (1920 ) en “El Motivo” “Mina que fue en otros tiempos la más papa milonguera y en esas noches tangueras fue la reina del festín. Hoy no tiene que ponerse ni zapatos ni vestidos, anda enferma, y el amigo no aportó para el bulín.”
Están también, obviamente, las que nacieron en cuna de oro y las que le ha ido bien en la vida a pesar de tener reminiscencia del barrio que las vio nacer. Así Enrique Cadícamo satíricamente se refiere en “Pituca” “Che pituca quien tuviera la alegría, de tener una alcancía, como la de tu papá.”
Por otra parte, la amistad entre los varones ( bastión del viejo machismo) ha sufrido filtraciones ya que ha nacido la competitividad entre ellos por los puestos de poder, el prestigio, etc y entonces, el porteño de espectador abúlico, desganado y opaco, ingresa a la categoría de “actor principal” de ahí que no se respetará más el “código ético del machismo”, surgiendo así el individualismo, el móvil económico y la búsqueda del prestigio.
Naturalmente, la infidelidad se hará presente. La traición se constituirá en un hecho habitual, el arrebatar o seducir la mujer de un amigo un acto competitivo y apropiado al “nuevo machismo”.
La perjura, traidora, e ingrata va a provocar la ruptura de un supuesto esquema de lealtad y amistad dentro de la sociedad de los varones. Indudablemente, se ha producido un quiebre de una estructura de fidelidad “entre hombres” que en primera instancia se atribuye a la mujer.
Cambian así las reglas del juego, el porteño descripto como “el macho de ley” dentro de los grupos de pertenencia del tango, pretende ahora acceder a los grupos de poder reservado hasta entonces a la clase dominante que niega y repudia al tango por orillero y de baja estofa.
El porteño en ascenso pretende remedar al “cajetilla” en lo que hace con referencia a la actividad sexual extramatrimonial. Esta actividad ya no consiste en concurrir a un prostíbulo, sino que como características del nuevo prestigio y poder económico obtenido, y también como consecuencia del tema preocupante de la salud y la higiene, el hecho encuentra solución en poseer una amante.
Las mujeres, antes vulgares meretrices, aguardando en el burdel a los clientes, se transformarán ahora, en unas solitarias y protegidas amantes
Sea como fuere, hay mujeres que variaron su seda por el percal, el vino por ricos licores y las chafalonías por joyas incalculables. Así por ej: en “Tortazos “(E P Maroni) se dice: “te conquistaron con plata y rajaste para adentro las luces malas del centro te hicieron meter la pata”
2.3. Los cambios de actitud del varón frente a la mujer infiel
El tango se regodea hablando de la infidelidad de la mujer y, se apiada lastimeramente de las consecuencias que tiene para el varón.
Frente a este hecho encontramos tres hitos, precisa y claramente delimitados.
El primero, donde el hombre se entrega pasivo a la bebida para hallar sosiego ante el conflicto que lo angustia, eso sí, todo sin llorar.
Además de tomar alcohol para olvidar la traición de la mujer se apela a la “casa de altos estudios” que es el bar como “institución”.
En “La copa del olvido” Alberto Vacarezza (1921) apela a un diálogo supuesto con el mozo del bar en el “lugar de los hombres sabios”. Con el anhelo de compartir la angustia y desazón, invita con bebida a todo aquél “que quiera tomar” En este diálogo monologado “Olvide amigo, dirán algunos” pero él ya no puede, porque el alcohol ya ha perdido “seguridad hipnótica” y comenta que el odio sentido, lo invitó a vengarse y matarla (percibió un “impulso”) pero el sentido amoroso le sigue vigente: “y si la mato, vivir sin ella, nunca podré”
El segundo se decide que muera el cómplice de la felonía, se termina la filosofía de la pasividad e irrumpe la venganza “actuada”. La acción produce el punto de inflexión.
Estamos ante una nueva concepción del “machismo o la hombría”. El varón está obligado a matar para defender su hombría y su honor.
A veces el rapto criminal se justifica como un acto fatal, una cosa del destino, como en el tango de Luis C. Amadori Fondín de Pedro Mendoza:”Diez años son que una noche borracho de odio y de vino quiso perderme el destino y frente a frente me la encontré; no pude más y vencido contra esa puerta yo la maté”
La pregunta que surge es: ¿quién era más hombre? el que bebía y no lloraba, que había nacido para sufrir, o este “nuevo hombre”, que ante la injusticia, se rebela con vehemencia, sin tener en miras lo dispuesto y establecido en ”el ordenamiento moral, jurídico y por los usos acostumbrados”.
En tercer lugar aparece el hombre “ que está solo y espera “ las solapadas inclinaciones de venganza, son reprimidas o inhibidas por sutilezas lingüísticas, que lo harán por él, tales como ”no vale la pena” o bien determinantes como “el tiempo se encargará”
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