III. Erotomanía
La erotomanía es según el médico y poeta surrealista francés, Gastón Ferdière (1907–1990): es considerada como un proceso enajenante: “la alucinación delirante de sentirse amado” (1937).
El erotómano suele perseguir a la persona que siente y cree que lo ama, pero puede llegar a la agresión si se siente rechazado por él.
Aparece como una compulsión erótica intensa y absorbente que condiciona la conducta. Es la forma patológica del mal llamado amor platónico.
Fueron considerados los delirios erotomaníacos como síntomas primarios de un síndrome delirante, o en el contexto de una esquizofrenia.
Lo esencial de este síndrome es que la persona afectada mantiene una creencia alucinatoria de que otra persona, normalmente de rango social superior, está secretamente enamorada de ella.
El sujeto puede llegar a creer que la otra persona se está comunicando en secreto con él mediante sutiles métodos como la postura del cuerpo, la disposición de los objetos de la casa y otros actos aparentemente inocuos.
El objeto de la alucinación tiene, generalmente, poco o ningún contacto con el erotómano, que a menudo piensa que la otra persona es la que inició la relación ficticia.
En ocasiones, el objeto de la alucinación puede no existir en realidad, aunque por lo general suelen ser personas que aparecen en los medios de comunicación, como cantantes, actores y políticos.
La erotomanía ha sido citada como causa de acoso sexual en diferentes campañas. Así por ejemplo el intento de asesinato de Ronald Reagan por parte de John Hinckley Jr. se consideró provocado por una alucinación erotomaníaca según la cual la muerte del presidente causaría que la actriz Jodie Foster declarase públicamente su amor hacia John Hinckley Jr..
Pero, a nivel sexológico el término erotomanía se usa en general con un sentido menos específico, refiriéndose o bien a la búsqueda excesiva de amor o sexo, o bien a la preocupación por los mismos.
Históricamente el término erotomanía tiene una vieja tradición y diversas formas clínicas a través de la psiquiatría clásica.
Así tenemos que ya fue descrito por el médico francés Jacques Ferrand (1575-1630) como “melancolía erótica”, en “De la maladie de l´amour, ou la melancholie érotique“ en 1610, que fue vedado por la Inquisición, reapareciendo luego en 1623, y es una recopilación del saber clásico sobre la conducta amorosa y la melancolía de los amantes.
Los clásicos alienistas como el psiquiatra francés Jean-Étienne Dominique Esquirol (1772 –1840) la denominan “monomanía erótica” o como “la locura del amor casto”. Era un juguete de su imaginación; “tenía el amor en la cabeza”, lo que permitía oponerle a las “ninfómanas” y a los “satiriásicos”, que se las observa como formas de exaltación sexual, desinhibición y prodigalidad erótica, como veremos luego.
Los autores antiguos ya habían advertido que los erotómanos no presentaban ninguna debilidad intelectual notable, que eran a veces finos y cultivados, a pesar de algunos pequeños estigmas constitucionales bastante frecuentes.
Si bien su castidad podía obedecer a diversas causas: timidez, celibato profesional, etc.; solían señalar que un ser por un detalle personal que observaban respondía al ideal que ellos se habían forjado, o porque se imaginaban haber sido distinguidos por el objeto de sus solicitudes.
Según el sexo del enamorado, se trataba de una gran dama, de una “vedette”, de una actriz, o bien en el caso de una mujer, de un político, un escribano, un presbítero, un médico, etc.
La erotomanía podía asociarse a la indefinición sexual; y en ocasiones, el objeto amado es inaccesible o místico (una virgen, o un santo).
La vivencia de éxtasis, de ser amado por la divinidad: “Cristo me habla, me ama”, puede adquirir carácter de delirio místico, con alucinaciones cenestésicas, sexuales, y de posesión por “íncubos, súcubos”.
La erotomanía (para los autores de esa época) correspondía siempre a una finalidad elevada e ideal, y en torno al criterio de la castidad. Pero, no se debía confundir la erotomanía con el delirio de posesión sexual, “sobrenatural o mística”, descrito en forma de íncubo y súcubo. Así mujeres fecundadas por “demonios íncubos”, aparecían como viudas atormentadas por melancolía erótica. Otras veces, el súcubo: espíritu maligno está disfrazado de algún cuerpo muerto para atraer a lujuriosos y tener relaciones con él.
Las conductas de exaltación sexual o desinhibición erótica, descritas por los clásicos como: “la satiriasis” y el “furor uterino” son propias de la exhibición maníaca, al igual que “el priapismo” de los hombres.
Posteriormente, a la erotomanía ha sido denominado de diversas formas: “psicosis de la vieja doncella”, “paranoia erótica” e “ilusiones eróticas autorreferentes” hasta que se consolidó con el uso del término delirio erotomaniaco o síndrome de Clérambault.
Así Richard Von Krafft-Ebing (1840-1902) describe la “paranoia erótica”, sinónimo de erotomanía, dentro del grupo de las “psicosis funcionales”, o “enfermedades sin lesiones anátomo-patológicas”, como una variedad de la paranoia. Dice: “el núcleo de toda la enfermedad es la idea delirante de ser distinguido y amado por una persona del sexo opuesto que normalmente pertenece a una clase social superior. El amor por tal persona es romántico, entusiasta, pero absolutamente platónico…”
Luego agrega: “pronto muestran un aspecto tímido y raro en sociedad, más notorio en el trato con personas del otro sexo”. Buscan en vano una expresión viva del instinto sexual que resulte en satisfacción sensual. Krafft-Ebing alude a los frecuentes casos de pacientes masculinos, y con ausencia de instinto sexual o perversión sexual conducente al onanismo.
El psiquiatra alemán Ernst Kretschmer (1888-1964) introdujo el concepto de “psicosis de autorreferencia erótica” con características propias de los “delirios sensitivos de referencia”, en este caso “delirio de las solteronas”.
El psiquiatra francés Gaëtan Gatian de Clérambault (1872–1934) publicó un extenso informe acerca del tema (“Les Psychoses Passionelles”) en 1921.
De manera tal que la erotomanía, también llamada delirio de ser amado, síndrome de Clérambault o delirio de pasión amorosa, consiste en la convicción delirante de ser amado por una persona, generalmente de superior posición social.
Si seguimos a Clérambault observamos que este describe tres fases características de la evolución de la erotomanía pura: esperanza, despecho, rencor, que condicionan la conducta del enfermo.
El comienzo es siempre brusco, preciso, a modo de “flechazo”, y se establece sobre el postulado ideo-afectivo de que el sujeto (el erotómano) es amado por el objeto (persona que lo ama), que prendado lo seguirá amando cada vez más sean cuales fueren las paradojas de su conducta ulterior. Sobre tal base van bordándose habitualmente temas imaginativos o interpretativos.
Cada etapa de la evolución se caracteriza por un modo de reacción significativo: a la esperanza el sujeto cree que el objeto responde las gestiones ambiciosas; al despecho, el objeto le realiza acusaciones engañosas, y al rencor, el despechado realiza reivindicaciones interesadas.
Los franceses Maurice Dide (1873-1944) y Pierre Guiraud (1912-1983) marcan una distinción entre los erotómanos genuinos o “amantes apasionados” (que no han de ser sistemáticamente castos) y los “idealistas enamorados” (siempre platónicos), que son una variedad temática de los “idealistas apasionados”.
Sea cual fuere, el punto de vista nosológico, y el matiz a que pertenece el enfermo o la enferma, los elementos pasionales delirantes e idealistas (con el corolario habitual de castidad en la solicitud) suelen ser fáciles de poner en evidencia en el mismo sujeto, con grados diversos.
Las alteraciones mentales sobre las que se desarrolla el delirio son diversas, pero casi nunca falta la estructura paranoica de éste, y la inestabilidad emocional es constante.
En casi todos los casos, la evolución es crónica, y las remisiones excepcionales, y el delirio resiste a toda demostración y a toda terapéutica. En efecto, la conducta del erotómano es bastante paralela a la del reivindicador.
Sin duda existen algunos enamorados discretos que nunca abordan al objeto amado, o soportan voluptuosamente -por cierto masoquismo- la prueba de su desdén. Pero, se pueden ver todos los grados de la insistencia, desde la vulgar solicitud de conversación, la correspondencia asidua: la petición de matrimonio, los testimonios de homenaje más o menos ostensibles (halagos ofrecidos en publico, acosos indiscretos, etc.), hasta las vías de hecho y el atentado auténtico o simulado con objeto de llamar la atención, y aun el crimen por celos (cuya principal víctima suele ser el cónyuge del sujeto asediado).
Tal vez el atentado contra el pudor y la violencia son los únicos actos que faltan en la lista de los que comprende el aspecto médico-legal de las reacciones del erotómano.
Estas reacciones tienen a veces un carácter definitivo en las formas en que el erotómano se cree perseguido por el objeto. De sujeto amado por el objeto, a perseguido por él.
A efectos legales, y responsabilidad de sus actos: como es natural, la irresponsabilidad de estos maníacos constituye la regla.
La verdadera dificultad del peritaje médico se encuentra algunas veces en los casos límites, para discernir entre la pasión simple del amor (el “delirio de los enamorados”) y la pasión delirante (propia de la erotomanía).
Que se trate de una convicción delirante, implica que la idea de ser amado por esta persona proviene de una mala interpretación de las percepciones o de las experiencias que llevaron a aquella conclusión.
La erotomanía se da generalmente en mujeres solteras, mayores de 30 años, teniendo un curso crónico. A partir de diversos estudios, se ha relacionado la erotomanía sistemática, con rasgos de personalidad sensitivo-paranoides, aislamiento social (soledad) e inhibiciones sexuales.
Cabe señalar, que si bien el tratamiento con antipsicóticos permite que quien padece este trastorno tome cierta distancia de los pensamientos delirantes, pudiendo actuar con mayor mesura, rara vez el paciente logra realizar una crítica completa de su delirio. Esto significa que, si bien pueden llegar a controlarse, no alcanzan a distinguir el hecho de que la historia que se han contado no existe realmente.
En la erotomanía entonces, el sujeto intenta amar al objeto escogido para tal fin, sin importarle si el amor que da por hecho que el otro siente por él realmente existe. Tiene una certeza delirante de que la otra persona lo/la ama, defendiendo su postura sin importarle las críticas e incluso burlas de los demás. Se sabe amado y vivirá eternamente para su amor.