6. Implicancias familiares y psicosociales
Los travestistas ostentosos (a diferencia de los ocultos) en su mayoría han presentado conflictos en sus relaciones con los padres y hermanos/as y con los grupos de pares con quienes interactúan, sobre todo en el ámbito escolar.
La familia es una de las instituciones comprometidas más fuertemente en el proceso de socialización en aquellas pautas comportamentales que intervienen en la constitución de la identidad de género. La identidad travestista comienza a una edad muy temprana, cuando los actores se encuentran aún implicados en la vida familiar
Los gustos por determinados juegos y deportes, la selección de las prendas de vestir, las primeras preferencias sexuales, serán todos argumentos alrededor de los cuales comienzan los travestistas a autopercibirse con una identidad que es contraria a la esperada socialmente según su sexo biológico, una identidad que recibe el castigo familiar, la reprimenda en la escuela, la burla y el desprecio de los pares.
En algunas ocasiones, con un peso similar a la familia, la escuela es la fuente de reconocimiento de la diferencia. Es en el jardín de infantes el momento en que la preferencia por ejemplo de un color estimado impropio para el uso masculino, puede desatar un conflicto que pondrá en evidencia la condición de niño diferente. Es a través del juego donde aparecen sus inclinaciones por aquello que pertenece claramente al género femenino y que un poco más tarde, cuando surgen las primeras experiencias sexuales, será identificado como homosexual. Las reacciones del medio familiar y de la escuela, no se harán esperar. En algunas ocasiones, el maltrato paterno deriva en fugas transitorias del hogar y también de la escuela. La intervención de la madre en el cuadro familiar toma dos formas: o bien es presentada como más permisiva que el padre respecto a ese hijo cuyos comportamientos se desvían de la hetero-normatividad o bien acompaña al padre en la negativa a aceptar dichos comportamientos. De manera tal que, suelen ser llevados a una consulta médica y/o psicológica y, aún cuando no se les revelara los motivos de ello.
Para completar el cuadro familiar, quedan ahora los/as hermanos/as, que la mayoría tienen relaciones conflictivas con el hermano diferente. Algunos por lo contrario guardan silencio. No obstante ello del conjunto de los vínculos familiares, los construidos con hermanos/as son los únicos que los travestistas conservan a lo largo de su vida.
El ocultamiento de la situación sexual del niño diferente en el ámbito familiar conduce, en algunos casos, a la incorporación de características que dejarán su impronta en la personalidad adulta: el hábito de mentir y la doble personalidad.
Y si en la familia es necesario ocultarse, más lo es un escenario público como la escuela, adonde la exposición personal también compromete a compañeros/as, amigos/as y maestras/os. Por lo tanto, el escenario escolar no es valorado de manera muy diferente al familiar y como éste, constituye una fuente de mucho pesar y discriminación. En general, son los propios pares los identificados como responsables de actitudes discriminatorias.
Cuando la violencia no proviene de los compañeros, son los mismos docentes quienes la ejercen. Las clases de educación física suelen ser una fuente de contrariedad en la escuela.
Los niños travestistas ensayan sus primeras actuaciones de género femenino y lo harán, en una medida importante, a través del vestido. Dos son los únicos espacios públicos en los que el deseo de vestir como mujer puede realizarse abiertamente: las fiestas escolares y el carnaval.
El alejamiento de la familia de origen ocurre entre los 13 y los 18 años y, en la mayor parte de los casos, es valorado como el comienzo de una nueva vida, de la que consideran la verdadera vida.
Muchos manifestan haber ingresado a la prostitución cuando todavía compartían el hogar familiar, y se alejadan de éste cuando dicha práctica adquiere un carácter permanente y se convierte en la única fuente de ingresos.
El alejamiento de la familia y la escuela parece ser la condición sine qua non para el simultáneo abandono definitivo de la ropa masculina, el comienzo de las intervenciones sobre el cuerpo, el arreglo personal y la valoración de todo ello como perteneciente al mundo femenino. Si antes el horizonte disponible era la homosexualidad, ahora comenzará a serlo el género femenino y, gradualmente, el travestismo mismo; para ello, las relaciones con otros travestistas tendrá un peso importante.
El alejamiento de la familia conduce también al ejercicio prostibular. El escenario prostibular parece ser el único posible para la actuación de la identidad travestista en la sociedad.
Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.