7. Conclusiones
Los delitos sexuales los pueden cometer perturbados sexuales (disfuncionales y/o parafílicos o desviados) pero debe quedar en claro que estas perturbaciones sexuales por sí mismas, por lo menos en la inmensa mayoría de ellas, no están contempladas como delitos por el Código Penal vigente.
Desde cualquier perspectiva que se enfoque el tema de la conducta sexual delictiva se plantean dos interrogantes comunes a cualquier delito: 1) la personalidad del individuo que delinque y 2) qué se hará psicosocialmente con él luego de su procesamiento.
La valoración medico-legal de los delitos de origen sexual supone poner en relación el tipo de delito cometido, con la personalidad del delincuente, valorando como ya es habitual su capacidad de comprensión y la voluntad de ejecución (art. 34, inc. 1o CP).
La primera suele estar conservada en todos los trastornos psicosexuales salvo el caso de algunos oligofrénicos, en demencias con trastornos orgánicos de la personalidad y ocasionales cuadros psicóticos. También debe valorarse la situación del conocimiento bajo la influencia de sustancias tóxicas preferentemente el alcohol y drogas. En general lo único que hacen los tóxicos es aflorar la patología de base, por lo tanto en la mayor parte de las ocasiones el sujeto conoce lo que realidad y el valor antijurídico de su conducta.
No se trata de justificar los comportamientos parafílicos y aún menos las psicopatías sexuales, pero la condenación por el hecho de tenerlos, si no transgreden pautas legales, es una intolerancia. Todo consiste en hacer que el sujeto tome conciencia de que debe vivir su sexualidad parafílica con los mismos criterios de responsabilidad que los que presiden el ejercicio de la sexualidad convencional.
Nadie es responsable de sus tendencias, es solamente responsable de las formas como las vive. La parafilia no es una elección, sino un destino, pero ésta, al igual que la sexualidad convencional, se debe ajustar a las pautas normativas de convivencia en el respeto por el otro.
La posibilidad de reincidencia en los delincuentes sexuales es alta, a pesar de los intentos rehabilitatorios. Ello no amerita justificar que no se deba intentar todo tipo de recurso terapéutico con los que cuenta la medicina y la psicología actual.
El mayor o menor éxito que se logre en dicho intento dependerá de innumerables factores y para ello, se debe tener en cuenta que la conducta delictiva sexual debe estudiarse en función de la personalidad del individuo y su contexto socio-cultural, buscando siempre su significación (sentido) relacionando la vida del sujeto y las situaciones concretas en que dicha conducta se manifiesta dentro de su ambiente.
Por último, debemos recordar que trabajar con ofensores sexuales genera en los especialistas mucha frustración, atento a las características psicopatológicas de estos sujetos, el aleatorio logro de rehabilitación que se suele obtener y el escepticismo que despierta en los colegas, que se asocia al descreimiento social, sobre la eficacia de los tratamientos que se intentan, sobre todo por la observación cotidiana de casos de reincidencia de los que se hace eco los medios sociales y el periodismo.